Del compromiso político como (est)ética. Roque aristotélico

Raíces de la literatura comprometida en El Salvador III

Rafael Lara-Martínez*

Sobre la relación estética-ética en Roque Dalton


[Puesto que] “el poeta es una conducta”, tenemos que aceptar que para […] el juicio de existencia positivo de la primera condición (poeta) tenemos primero que comprobar mediante un juicio de valoración [ético] la existencia de la segunda (conducta).

Roque Dalton García


No hay ética a menos de apoyarse en una estética [. En el siglo XX] el marxismo […] tenía el papel de una moral. Philippe Lacoue-Labarthe


Lo bello es el símbolo del bien moral […] la moralidad consiste, pues, en la relación [subordinada] de toda acción [política] con aquella legislación [“el poeta (el ser humano) es una conducta”] por la cual es posible un reino de los fines [la revolución socialista, un mundo justo]. Immanuel Kant

0. San Salvador, 1956


Estamos en San Salvador, El Salvador, en 1956. Todos recuerdan la fecha y el acontecimiento literario que la marca. Desde finales de enero, con la publicación del breve manifiesto “Explicamos”, en Sábados de Diario Latino, el Círculo Literario Universitario (CLU) establece una agenda de trabajo. Los principios son simples: 1) unir arte y vida; 2) hacer un homenaje a quienes permanecieron “fieles a su vocación” y “mantuvieron” una “línea digna”; 3) “responder con una conducta decorosa” (CLU, enero de 1956; el material histórico-documental de la presente interpretación —en su mayoría periodístico, salvo por las referencias al marco teórico-filosófico— se enlista al final en estricto orden cronológico).

Esos tres lineamientos guían los pasos de toda una generación en sus primeros años. Aunque algunos de sus críticos, Federico Siles, por ejemplo, notan en esa efervescencia el brote de una verdadera enfermedad, “un sarampión revolucionario”, ellos mismos reconocen que el fundamento moral de esa propuesta apunta hacia “un equilibrio ético […] un equilibrio humano” (Siles, octubre de 1956). Un balance entre nuestras distintas actividades es el aporte singular de esa generación.

De los tres principios sólo el primero se presta a la discusión. Ahí se exige volcar la literatura hacia el entendimiento de la vida cotidiana, y hacia el conocimiento del pueblo salvadoreño. “Salimos a ver la vida salvadoreña”; “el intelectual de ahora es un hombre esencialmente telúrico en comunión continua con sus pueblos” (CLU, enero de 1956). Sin embargo, ni ese traslado de la poesía hacia lo cotidiano ni su comunicación con una raíz popular, la justifica el Círculo en términos de una teoría filosófica particular.

En cambio, las palabras “vida” y “telúrico” nos indican que la tendencia se orienta, en sus orígenes, hacia la búsqueda de lo vital y hacia la de una identidad nacional propia. “Vida salvadoreña” y pueblo del mismo nombre, no tienen porqué remitir a una política ni a una filosofía revolucionaria de corte marxista. Ambas referencias las entendemos como ligadas a un vitalismo nacionalista, y a una exigencia de índole existencial.

Basta examinar los escritos firmados por Roque Dalton García, en el año de 1956, para notar la ausencia del nombre de los fundadores del materialismo histórico y dialéctico [1]. Todavía lo consideramos un “marxista-leninista ortodoxo”, pero en sus comienzos Dalton García justifica su opción por una poesía social en términos aristotélicos clásicos: “el hombre es un animal social […] Aristóteles lo dijo con toda la luz de la verdad en tiempos ya remotos” (Dalton García, agosto y septiembre de 1957; obviamente se trata de una cita de la sentencia clásica que aparece en el capítulo 1, 1289b, de la Política de Aristóteles, Obras, 1967: 1094).

Hasta en abril de 1957 aparece la primera referencia explícita a K. Marx. Pero notemos que se trata de un “marxismo” aristotélico y cristiano: “Toda creación humana, pues, tiene que existir en función del hombre y siendo el hombre para Aristóteles, para Marx , para Jesucristo y para nosotros todos, un ser social, el Arte (y la poesía) como creación eminentemente humana, tiene que existir en función social” (Dalton García, abril de 1957). El nombre de Marx está enmarcado por el del filósofo griego, y por el del fundador del cristianismo. Más que un innovador, el Marx roqueano es el que actualiza un legado griego y otro cristiano clásicos en El Salvador.


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Un craso error es desconocer una diferencia que, desde 1943, establece Gilberto González y Contreras en su artículo “Aclaraciones a la novela social americana”. En la práctica literaria, no hay que identificar marxismo con social. Lo social es la “labor definidora de una colectividad” en su conjunto, “la vida salvadoreña” y “lo telúrico”; lo marxista es “la trayectoria y porvenir de una clase […] la crítica de la burguesía y el ascenso del proletariado” (González y Contreras, 1943: 403). Lo social es aquí sinónimo de nacionalidad, “pueblo salvadoreño como sustento de la nación; el marxismo, de internacionalismo o posnacionalismo. “El arte social siempre ha existido”; es la “expresión existencial de lo colectivo”, del pueblo salvadoreño, por encima de “la expresión de una clase” particular; “es anti-clásico […] en su verdadera acepción de perteneciente a una clase (González y Contreras, 1943: 404 y 405).

La falta de una referencia temprana tanto a una teoría de la historia, al materialismo histórico, al igual que a una filosofía dialéctica racional, al materialismo dialéctico, la rastreamos con mayor claridad en un debate que domina los periódicos capitalinos en ese mismo año. A lo largo de unos tres meses, desde la publicación de “Un concepto sobre poesía”, el 25 de agosto de 1956 en Sábados de Diario Latino, hasta la aparición de “Punto final”, el 9 de diciembre en La Prensa Gráfica, una polémica entre Dalton García y Antonio Gamero atrae la atención de varios críticos.

Otto René Castillo, Luis Mejía Vides, Federico Siles y Danilo Velado participan en menor medida en la discusión. De manera indirecta, Miguel Angel Asturias y Pedro Geoffroy Rivas también se involucran en el debate. El punto nodal de la polémica es el sentido que cobra la noción de poesía, y el que rige la conducta de quien la compone, el poeta. Lo curioso de la afirmación de Dalton García es que sitúa la poesía más allá de cualquier requisito de orden estético-formal e imitativo-testimonial (léase el epígrafe inicial, fragmento de “Punto final”, diciembre de 1956). No sólo para la poesía es secundario analizar su “calidad artística”; también resulta irrelevante su carácter realista y de concordancia con la realidad social (Dalton García, de 1956). A la estética del realismo, de la obra como (re)presentación, el poeta le contrapone un valor axiológico subjetivo.

El principio de valor, el autor lo toma del guatemalteco Miguel Angel Asturias. El postulado “el poeta es una conducta” remite la actividad artística plena a una totalidad de comportamiento, de palabra y de acción (Dalton García, agosto de 1956; idea que repite en septiembre de 1956). La po-ética se transforma en ética; esta última se incrusta en el medio de la primera. El “marxismo-leninismo” del joven Dalton García es el lugar en el cual se despliega una moral. Al hacer de la ética el principio que genera pensamiento, creatividad y acción, descubrimos el irrebasable legado jesuita del arte roqueano, a saber: la (est)ética es “la esencia de lo religioso” y el fundamento de toda acción política (Alain Badiou, Éthique. Essais sur la conscience du mal (Ética. Ensayo sobre la consciencia del mal), 1993: 23).

Dejamos de lado los ataques personales y todo comentario sobre la falta o no de razón, que tenía Dalton García por acusar a Antonio Gamero. Aunque es esencial insistir en que “personalizar […] aseveraciones abstractas” significa trascender el “dilettantismo, el teorizantismo” que elude “lo concreto” (Dalton García, diciembre de 1956). Para el joven escritor, los valores se hallan a cada momento encarnados existencialmente; la moral es una vivencia. Nuestro argumento se reduce a presentar la ética como una de las raíces fundamentales del compromiso político de la literatura en El Salvador. Toda adhesión y práctica de una filosofía dialéctica, materialista y racional, si acaso la hay, es posterior. En sus comienzos, el compromiso nace de la urgencia por otorgarle una dimensión moral a la “vocación adivinada” de poeta (Dalton García, agosto y septiembre de 1956).


1. La po-ética de Dalton García


Nos concentramos en dos aspectos sobre los ensayos periodísticos tempranos de Dalton García, a saber: 1) la destitución de todo discurso académico y científico; 2) el concepto de “poesía individualizada” como puente para desarrollar una ética existencial (Dalton García, agosto de 1956).

Por principio, el poeta renuncia a toda exposición filosófica metódica. “No se esperen de mí las académicas etimologías, los estudios métricos de aterradoras reminiscencias matemáticas, la introducción al paladeo de mil y tantas escuelas” (Dalton García, agosto de 1956). El vitalismo roqueano es radical. Hay un apego absoluto a la vida; de ahí que el escritor desista de toda escuela filosófica que requiera el uso de un estilo poco cotidiano e incluso del discurso de la ciencia.

En su lugar nos propone restituir la lengua vernácula y la plática informal de todos los días: “venimos a charlar sobre nuestro concepto con los que tengan a bien leernos, como se charla en un café o en el intermedio de una representación teatral” (Dalton García, agosto de 1956). La elección de un estilo sencillo —cargado de pasión— intenta restablecer una relación directa con el lector, como si autor y lector se hallaran frente a frente. Esta opción por la charla de café se corresponde con el concepto que Dalton García se propone desarrollar.

En efecto, si se trata de remitir la poesía a la vitalidad humana, la mejor manera de hacerlo es utilizar un lenguaje “sencillo” y “vehemente” (lugar citado). El estilo anticipa el contenido de la noción. Pero, esta restitución de la vida no va sin más. El precio a pagar es fuerte. Consiste en establecer un divorcio entre el nuevo estilo conversacional y la ciencia. De ahí que las “matemáticas” Dalton García las perciba como algo “aterrador”. A final de año, en “Canto a nuestra posición”, el rechazo de la ciencia se traduce en oposición abierta a la academia universitaria: “los académicos polvorientos afines de las arañas” (Dalton García, diciembre de 1956).

El acceso a la vida bloquea las ciencias. Aunque en “La valoración de Anastacio Aquino” exigía practicar la “Historia como ciencia de la narración”, todo instrumento matemático y estadístico de cierto rigor será, en unos meses, descalificado por su “terror” (Dalton García, julio de 1956). En el futuro, el “marxismo” no podrá validarse como un enfoque científico ni racional de la realidad. A partir de ahora será un conocimiento vital, apegado a la vivencia cotidiana y a un estilo conversacional. ¡Marx, el científico, ha muerto! El vitalismo poético renuncia a él en nombre de una posición visceral. “Antematemática” es sólo uno de los poemas que prolongan el rechazo de la ciencia durante la madurez del poeta (Roque Dalton, La ventana en el rostro, 1961: 90-91).

Con respecto a la poesía, Dalton García se propone depurar [katharsis] la vocación de poeta y hacerla que adquiera una pureza moral sin precedente. En términos aristotélicos clásicos, la función del arte es la katharsis del poeta y la de su lector. Katharsis significa la purgación médica o la purificación ritual de los sentimientos, pasiones y principios morales. El papel de la poesía es edificar una ética del bien en el sujeto que escribe y en el que lee.

Para ello, con la noción de poesía individualizada, el autor contrapone dos modos de creación. La oposición concierne al “verso” con respecto a la “poesía” propiamente dicha (Dalton García, agosto de 1956). El verso le da expresión a una belleza; es una creación espontánea del autor. Además, está dotado de un carácter “objetivo”; puede denunciar. Dos parámetros miden su consistencia artística. Examinamos su calidad poética, su métrica y su fina textura; a la vez, le aplicamos un criterio objetivo de verdad. Si el primer postulado establece el logro estilístico del verso, el segundo da cuenta de su índole mimética. Por este último rubro, la obra se arraiga en lo real. El poema (re)presenta, de manera adecuada o no, una realidad histórica concreta. Esta dualidad contrapone dos visiones antagónicas de la estética. A la primera, la llamamos romántica-estilística; a la segunda, platónica. Aquélla se centra en la técnica y factura de la obra; ésta, en el objeto a representar, en el mundo y en la temática.

No obstante, el “concepto” roqueano “sobre poesía” quiebra con esos dos criterios de evaluar la obra. El arte se sustrae de su antigua subordinación platónica a la imitación, y de todo juicio de valor que no sea ético. Ni la belleza artística ni la (re)presentación adecuada son suficientes. La “poesía” se valida por una “conducta moral”. Es una ética que propone la “búsqueda de una buena “manera de ser” o de la sabiduría de la acción” (Alain Badiou, 1993: 4).

La oposición dual —estética centrada en la textura de la obra y estética regulada por la mimesis del objeto a representar— se vuelve triple. La tercera noción de estética —que calificaremos de aristotélica— concierne de manera estricta al sujeto. Conformamos así un triángulo cuyos vértices los llenan sujeto-obra-objeto. Cada uno de esos tres esquemas busca la verdad en un sitio distinto, a saber: el aristotelismo en la integridad moral del sujeto, el romanticismo en la fina textura de la obra y en su verdad inmanente, el platonismo en la fidelidad al objeto, en la temática histórica como en el caso de los testimonios o en la natural como en la obra de Alfredo Espino.

Si vindicáramos como punto de apoyo uno u otro de esos vértices, podríamos escribir no sólo “las historias prohibidas” de la literatura “del Pulgarcito”; a la vez, obtendríamos tres genealogías distintas del arte poético nacional (la distinción entre tres esquemas de la estética proviene de una lectura bastante heterodoxa del ensayo “Arte y filosofía” de Alain Badiou, incluido en su libro Petit manuel d’inesthétique (Pequeño manual de inestética), 1998: 9-29; lo que él llama didactismo, romanticismo y clasicismo se corresponde con platonismo, romanticismo y aristotelismo). Antes del auge de la literatura testimonial, Dalton reclama que la moralidad poética sobrepasa toda tentativa por re-presentar la historia y la voz del Otro.

Desde la perspectiva aristotélica-roqueana, el verdadero poeta hace coincidir vida y obra. Hace lo que escribe [2]. Tal como lo reconoció Otto René Castillo en “¿Convicción o amistad?”, sólo una “solvencia moral” hace posible “cantar al pueblo y por el pueblo” (Castillo, octubre de 1956). Hay una equivalencia absoluta entre “permanecer vertical, permanecer limpio [katharsis]” y “permanecer poeta” (Dalton García, octubre de 1956). El ejercicio de la poesía le permite al literato depurar su propio comportamiento. El próposito de la po-ética roqueana es “totalizarme en una conducta” (Dalton García, agosto de 1956): “ser un hombre total” (Dalton García, septiembre de 1956; esta conclusión deriva de un comentario sobre Leopoldo Zea y Fernando Abalaez). El papel del arte es subjetivo; al “individualizarse”, la poesía se “pega materialmente al hombre que la parió” (Dalton García, agosto y septiembre de 1956). El poeta es el verbo hecho carne.


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Pero la teoría aristotélica del arte quedaría incompleta sin una referencia al problema de la tragedia. Aquí, la imagen de Edipo en Colono es paradigmática. En lo trágico, la función de lo bello consiste en indicarnos el sitio en el cual el ser humano se relaciona con su propia muerte. Citando al filósofo español José Ortega y Gasset, la interpretación roqueana de ese postulado clásico cobra el giro siguiente: dada mi posición de compromiso con el pueblo, estoy “entre la espada y la pared” (Dalton García, octubre de 1956). Sin embargo, aún ahí “puedo escoger la figura de mi propia muerte, la del héroe [= la de morir por la causa], la del cobarde [= la de claudicar]” (lugar citado). «La “función de lo bello” [de la poesía] —y eso encarna, literalmente, Antígona [= Dalton García]— es “precisamente la de indicarnos el lugar de la relación del hombre a su propia muerte”» (Philippe Lacoue-Labarthe, “De l’éthique: à propos d’Antigone” (De la ética: a propósito de Antígona), 1991: 29; esta cita nos remite al Seminario de Jacques Lacan, que respeta la “propuesta heideggariana”, intitulado “La ética del psicoanálisis”, publicado en 1992 en su versión inglesa).

La ficción literaria juega el papel de anticipar, el de darle “figura (Bildung)” a un futuro abierto a opciones personales. El objetivo del arte no consiste en imitar lo real ni en testimoniar. En cambio, la poesía genera alternativas sabias de acción. El arte modela dignas elecciones de vida y muerte, para el artista, al igual que para sus lectores. Gracias a su función de depurar las pasiones y sentimientos del escritor, se explica una gran parte de la poesía roqueana posterior, surrealista e intimista; aun si no se refiere de manera directa a la historia nacional, al apaciguar deseos y pasiones, la poesía conduce y mantiene una acción sabia; pero escinde, a veces radicalmente, “el efecto catártico de la mimesis” (Lacoue-Labarthe, 1991: 29).

La “limpieza” [katharsis] que se obtiene por la práctica de la poesía, engendra un ser humano auténtico y recto. Esta pureza moral absoluta nos remite, ya no al perfil de Edipo, sino al de su hija Antígona. Al igual que Dalton García, ella no valida su opción ética en referencia a principios morales abstractos: las leyes, el estado, el bien, Dios(es). En cambio, su justificación cobra un valor moral concreto, gracias a su propia filiación genealógica (los escritores en su mayoría no-marxistas que Dalton García cita y hace suyos), y a su propio comportamiento sin mancha.


2. “Marxismo” aristotélico


¿Roque Dalton García era un “marxista-leninista ortodoxo”? Quizás; pero en tal caso, esa filosofía materialista moderna calca el concepto aristotélico de katharsis como esencia del arte. “El poeta” se realiza como “conducta” , gracias a la función depurativa, catártica del arte. El “marxismo” es la repetición de Aristóteles. A pesar de sus intenciones de ruptura revolucionaria y teórica, la poética “marxista” se nos revela como una copia de los clásicos: la poesía emprende la educación [Bildung, Paideia] ética de la humanidad.

Tanto la calidad artística como la adecuación de la obra a la realidad, son secundarias. Lo único que cuenta es la limpieza moral intachable del poeta. Por medio del arte, el “hombre total” establece una “correspondencia” absoluta entre pensamiento y acto (Dalton García, agosto de1956). El verbo hecho carne —el poeta que encarna la palabra— no deja de recordarnos también su antiguo entronque cristiano. Tal vez para el joven “comunista” Roque Dalton García, Aristóteles y Jesucristo son los verdaderos maestros del marxismo.

El legado jesuita está a la obra. El joven poeta presupone “que hay algo cuya existencia en sí misma posee un valor absoluto [“el poeta es una conducta”, una ley moral universal] que, como fin en sí mismo, puede ser fundamento de […] un posible imperativo categórico […], es decir, de una ley práctica” que se aplica a todos los casos regionales, particulares (Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, 1999: 102). En esta distinción intuitiva entrevemos una diferencia entre los términos de “moral” y “ética”, dos nociones que según Alain Badiou deberían distinguirse a partir de Hegel: la primera como “acción reflexionada (Moralität)”, universal, y la segunda como “acción inmediata (Sittlechkeit)”, regional (Alain Badiou, 1993: 5).

El escritor eleva la “esencia de lo religioso”, la ética, al nivel de parámetro único que mide los logros del arte. De esa manera, por una fidelidad al compromiso de sustentar una ética, Dalton García se convierte en sujeto poético y en actor político. Esta propuesta anula toda la filosofía marxista convirtiéndola en “teología, la cual (en el sentido griego de la palabra) no es una teo-logía (denominación demasiado griega aún, y que supone el enfoque de lo divino por la identidad y los predicados del Dios) sino, justamente, una ética” (Badiou, 1993: 23). ¡He ahí el detonador del compromiso político de toda una generación! La ética es el origen y móvil del compromiso.

La “esencia de lo religioso”, “una categoría del discurso piadoso”, sustenta la poética roqueana (lugar citado). Años más tarde, primero en 1964 y luego en 1969, vuelve a vindicar ese principio ético, sea como guía para una elección de muerte —“pero por la verdad [la bondad y la belleza]/la muerte (Dalton, 1964: s/paginación)”— sea como manera de justificar, con respecto a una moral pública, la superioridad del movimiento armado en contra de la dictadura militar:

la única organización pura que

va quedando

es la guerrilla

Todo lo demás muestra manchas de pudrición (Dalton, 1969: 139).

Aun si esa genealogía filosófica nos parezca bastante conservadora, su hondo carácter ético la convirtió en ataque revolucionario radical al régimen político en boga. Tal como en 1961 lo reconoce el único crítico que reconstruye paso a paso el debate de la época, Mario Hernández Aguirre, “jamás una generación […] había encontrado el país con la corrupción política como filosofía de gobierno y una absoluta crisis en los valores del espíritu” (Hernández Aguirre, 1961: 79).

El “marxismo” representa tanto una “actitud de rebeldía y de esperanza frente a la política criolla por lo general corrupta, demagógica y carente de sentido social” (lugar citado), al igual que la única actitud ética posible y honesta. El “marxismo”, más que ser tal, es excusa para fundar una moral. En la actualidad, con palabras y acciones, muy pocos defienden la opción tardía de Dalton por un foquismo guerrillero; pero también, muy pocos le niegan validez a su anhelo original: proponer una nueva moralidad, una est-ética, para el buen ejercicio de los asuntos políticos. Si Roque Dalton, el guerrillero, nos resulta caduco, Roque Dalton García, el aristotélico, sigue vivo aún.

En síntesis, en este nuevo milenio, cuando la práctica de la democracia parlamentaria, se halla indisolublemente ligada a la corrupción, al desfalco financiero y al contrasentido que opone globalización del capital e integración política, libre flujo de mercancías, pero límites estrictos para los individuos, la propuesta ética del joven poeta está a la orden del día…

Notas

1. La propuesta consiste en analizar la obra roqueana bajo una estricta periodificación histórica. Nótese que hablamos del joven Roque Dalton García y no del poeta maduro consagrado, Roque Dalton, si bien nos permitimos unas cuantas extrapolaciones. La hipótesis a demostrar niega que el mítico encuentro entre Dalton García y el muralista mexicano Diego Rivera —acaecido en Santiago de Chile en 1953— haya provocado la inminente conversión agustiniana del acérrimo estudiante católico en un teórico marxista ortodoxo; a menos por supuesto que, demostramos, por “marxismo” se entienda la práctica de una ética, el redescubrimiento de la esencia de lo religioso. El mejor ejemplo de la reducción de la filosofía a la ética, es la obra del filósofo francés Emmanuel Levinas; véase en específico el artículo “Ethics as first philosohy” (La ética como primera filosofía), 1989.

2. Dejo de lado la dificultad de aplicar esta idea vitalista a la novela policíaca, a la criminal, a la ciencia ficción, etc. ¿Eso significa que sólo los criminales pueden escribir sobre el crimen? Además, ¿cómo aplicar este postulado al conocimiento científico? ¿Hay que vivir la física atómica para hacer que E=mc2 cobre una validez vital? Por último, ¿qué sería el marxismo, una teoría científica y una filosofía racional, o una creencia vivida? Más que histórico y dialéctico sería ex-sistencia.

Bibliografía


1.Material historiográfico


0. Gilberto González y Contreras. “Aclaraciones a la novela social americana”. Revista Iberoamericana, mayo de 1943: 403-418.

1. Círculo Literario Universitario (CLU). “Explicamos”. Sábados de Diario Latino, 28 de enero de 1956.

  1. Rafael Paz Paredes. “Encuentro con el poeta Roque Dalton”. La Prensa Gráfica, 1 de julio de 1956a.

  2. Roque Dalton García. “La valoración de Anastacio Aquino”. La Prensa Gráfica, 1 de julio de 1956b.

  3. Roque Dalton García. “Un concepto sobre poesía”. Sábados de Diario Latino, 25 de agosto de 1956c. Reimpreso: La Prensa Gráfica, 30 de septiembre de 1956.

5. Antonio Gamero. “Poesía y política”. Tribuna Libre, 31 de agosto de 1956.

6. Roque Dalton García. “El poeta es una conducta”. Sábados de Diario Latino, 29 de septiembre de 1956d.

7. Luis Mejía Vides. “¿Geoffroy Rivas vrs. Gamero?” La Prensa Gráfica, 30 de septiembre de 1956.

8. Antonio Gamero. “Poesía y política o solamente poesía”. Tribuna Libre, 7 de octubre de 1956.

  1. “Carta Abierta de Roque Dalton”. La Prensa Gráfica, 7 de octubre de 1956.

10. Danilo Velado. “Valor y posición del poeta”. La Prensa Gráfica, 28 de octubre de 1956.

11. Federico Siles. “El diálogo Dalton-Mejía Vides”. La Prensa Gráfica, 28 de octubre de 1956.

12. Otto René Castillo. “¿Convicción o amistad?” La Prensa Gráfica, 28 de octubre de 1956.

13. Luis Mejía Vides. “Contestación a Otto René Castillo”. La Prensa Gráfica, 4 de noviembre de 1956.

  1. “Punto final de Roque Dalton”. La Prensa Gráfica, 9 de diciembre de 1956e.

  2. Roque Dalton García. “Canto a nuestra posición”. Sábados de Diario Latino, 29 de diciembre de 1956f.

  3. Roque Dalton García. “Testimonio de la “Generación Comprometida””. La Prensa Gráfica, 28 de abril de 1957.

  4. Mario Hernández Aguirre. “La nueva poesía salvadoreña: “la generación comprometida””. Cultura, Revista del Ministerio de Educación, No. 20, abril- junio, 1961: 77-99.

  5. Roque Dalton. La ventana en el rostro. México, D. F.: Ediciones Andrea, 1961.

  6. Roque Dalton. El Hijo pródigo (y otros poemas del retorno). San Salvador: Mecanografiado, Torneo Cultural de la Asociación de Estudiantes de Derecho (AED), 1964. Presentado bajo el pseudónimo de Antonio Mata.

  7. Roque Dalton. Taberna y otros lugares. La Habana: Casa de las Américas, 1969.


  1. Marco teórico


21. Aristóteles. Obras. Madrid: Aguilar. 1967. Segunda edición.

  1. Emmanuel Levinas. “Ethics as first philosophy”. En: Seán Hand (Ed.), The Levinas Reader. Oxford: Basil Blackwell, 1989: 75-87.

  2. Philippe Lacoue-Labarthe. “De l’éthique: à propos d’Antigone”. En: Lacan avec les

philosophes. Paris: Éditions Albin Michel, 1991: 21-36.

  1. Jacques Lacan. The Ethics of Psychoanalysis 1959-1960. New York/London: W. W. Norton & Company, 1992.

24. Alain Badiou. Éthique. Essais sur la conscience du mal. Paris: Hatier, 1993.

  1. Alain Badiou. Petit manuel d’inesthétique. Paris: Éditions du Seuil, 1998.

  2. Immanuel Kant. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid: Editorial Espasa-Calpe, 1999. Edición de Luis Martínez de Velasco. Decimocuarta edición.

*Humanidades, Tecnológico de Nuevo México

soter@nmt.edu

 

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