Testimonio de cómo un poemario de Dalton llegó a sus manos y que guarda como gran tesoro
Por Rodolfo Reyes.
SANTIAGO DE CHILE – Eran comienzos de los años noventa, años que para mí y para Chile representaban notorios cambios. A nivel nacional era el primer año o primeros meses del retorno a la Democracia y el fin de la odiosa dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte, en un contexto mundial marcado por el fin de los «socialismos reales» y el avance arrollador del neoliberalismo en América Latina. En lo personal, era mi primer año fuera del hogar provinciano, para trasladarme a vivir a la Metrópolis, un gris y extenuante Santiago del Nuevo Extremo, cuyas calles del centro recorría de mañana a noche, luego de clases, para conocer librerías y pequeños reductos culturales.
Así en cada librería yo entre los muchos autores que indagaba siempre preguntaba por el poeta salvadoreño Roque Dalton, de quién a los 12 años me llegó a mis manos un libro fotocopiado regalado de mí hermano, residente en Ecuador, que eran «Poemas Clandestinos».
Gran impacto para mí, que recién me asomaba a la poesía y que en mi despertar adolescente, se producía una profunda rebeldía en contra de los cotidianos abusos de la dictadura. En ese tiempo que no había Internet ni TV cable y existía mucha censura, difícil era encontrar cualquier cosa del poeta , de esta forma de a poco encontré poemas sueltos en revistas, diarios y algunas publicaciones alternativas, hasta encontrar uno que otro librito fotocopiado o de edición de bolsillo.
«La Ventana en el Rostro»
Pero grande fue mi suerte cuando en una vieja librería de calle Merced, cerca del parque Forestal y del Cerro Santa Lucía, en una pequeña librería de libros viejos, «Librería de Viejos» le dicen acá, no de personas viejas como algunos creían, sino de libros, un amable dependiente me pasó «La Ventana en el Rostro» una edición mexicana, Primera Edición, de1961,Colección los Presentes, Ediciones Andrea, con prólogo de Mauricio de la Selva , el segundo en su bibliografía «Y mira está firmado…» me dijo el dependiente y efectivamente con tinta roja había una dedicatoria a Patricio Bunster fechada en México 1961, La Habana 1962 (Extraño el tipo de fechado cosa que nunca pude averiguar). Efectivamente era así, luego comprobé que su letra era la real al contrastarla con algunos manuscritos que aparecían en algunos reportajes sobre su vida y obra, en la revista Punto Final, de Chile, y en otros medios, a propósito la revista Punto Final que en 1989, había publicado el libro «Un Libro Rojo para Lenín», ensayos políticos de gran dimensión histórica y crítica, un texto mayor. Que felicidad la mía, cuando otro librero, creo que al lado, al indagarle por libros del escritor centroamericano, me dice que no tiene, pero que posee un disco que lo puede grabar en casete y fotocopiarlas carátulas del álbum, me puse mucho más contento aún, por la posibilidad de ir formando una pequeña colección sobre el gran poeta y escritor, que me identificaba como poeta y revolucionario, que lamentablemente tuvo un espurio final que aún desconocía en su totalidad, sabía de su asesinato, pero no que los asesinos también se decían revolucionarios hecho que me golpeó y defraudó profundamente del género humano, por la estupidez, ceguera y sectarismo de quienes enarbolan banderas de un mundo mejor, de la revolución, y terminan siendo tan miserables como quienes dicen que combaten, etc.
Dado que era yo un joven de 19 años, y poco sabía del mundo y las cosas, me enteré que Patricio Bunster era un importante coreógrafo chileno, fundador de la escuela de Danza de la Universidad de Chile y Actor hasta ese momento en la película «Imagen Latente» (1988) luego sería actor de más de una decena de películas. Lo cierto que no hice mucho por ubicarlo, para indagar sí conoció a Roque Dalton y que recuerdos tenía, lo del libro firmado y todo eso.
Isidoro Aguirre y Patricio Bunster
No fue hasta el año 1993 ó 1994, que decidí hacer una investigación para un ramo de estudios en la universidad y empecé a investigar a personas que había conocido a Roque. Hablé con Isidoro Aguirre, (escritora y dramaturga chilena, autora de «La pérgola de las Flores», recientemente fallecida), en varias ocasiones, dado que Aguirre fue amiga de Dalton y vivieron un tórrido romance de cuyos recuerdo a comienzos de los años noventa, casi veinte años después del absurdo asesinato del poeta, Isidora escribe el bello libro de recuerdos «Carta a Roque Dalton»; En esas entrevistas ( Que dan para otro escrito), Aguirre me facilita textos desconocidos para mí, para que los fotocopie, incluyendo un libro de poesía de Arqueles Morales, otro vate centroamericano, amigo de Dalton, con propuestas estéticas y políticas similares, curiosamente de vida igualmente aventurera y que tiene anécdotas similares de cómo burlo la muerte, éstas en África.. De tanto investigar y buscar incluso en algún momento que de casualidad me topé con el escritor y editor cubano Roberto Fernández Retamar en un encuentro internacional de escritores en Santiago, algún recuerdo logré sacarle, no porque no los tuviera sino porque iba apurado y lo entrevisté al paso como un simple mortal.
Sin embargo no daba con Patricio Bunster, hasta que alguien me dijo que hacía clases de Danza en el Centro Cultural Espiral, en la Plaza Brasil con calle Huérfanos, a tres cuadras de mi Universidad, centro cultural que hoy es la «Fundación Víctor Jara», fui innumerables veces y nunca lo encontré, le dejé teléfono de recados, hasta que una excepcional soleada mañana de un invierno de retirada, me llama temprano y yo concurro a eso de las diez y media de la mañana, con un sol radiante que iluminaba la imponente cordillera Los Andes que amenazaba venirse encima de la ciudad, y logro entrevistarlo. Le cuento lo del libro, la firma y todo ello. Ahí me cuenta que luego del golpe militar y su escape al exilio perdió muchas cosas de seguro ese libro. Luego que el episodio fue en un encuentro de artistas e intelectuales en la Habana Cuba, allá por el año 61-62, se le acerca un joven delgado y le dice: «¿Así que tú eres de Chile? Quiero enviarle un libro mío de regalo a un amigo, a Volodia Teitelboim…» y ahí además me pasó este otro libro, que yo leí después» Y que más recuerda de él – pregunté- La verdad no recuerdo nada más… Me contestó lacónicamente Bunster, haciéndome ver que en ese tiempo –ahora igual- Cuba era un país asediado y que los latinoamericanos que se encontraban allá no preguntaban mucho sobre unos y otros.
Tiempo después murió Bunster, y yo quedé con el libro, que en algún momento pensé en devolvérselo, pero al parecer a él no le interesaba mucho la poesía y tampoco mucho el texto en particular, por lo que lo guardo como con un tesoro inapreciable que conservo. Si bien es cierto le saqué algunas copias que regalé a algunos amigos poetas, aún lo guardo como un objeto meta literario, es decir es un libro poético histórico pero también guarda una historia que nos conecta con la grandeza del poeta Dalton, por lo menos para mí que soy un admirador de su obra y su vida.