Que se mueran todos los feos y me dejen a mí, de muestra

Roque Dalton supo utilizar el humor como pocos. A 45 años de su muerte y a 85 de su nacimiento, recordamos que su militancia, amores, amigos, desgarraduras y hasta su propio cuerpo cabían en su poesía cuando ingresaban por la mueca de su risa.

Ilustración: Leo Olivera

Por Norman Petrich

Cuando uno piensa en las claves que arroja la poesía de Roque Dalton, lo primero que se viene a la cabeza es la militancia, tanto la política como la poética. Él, como pocos, supo hacer de ambas una sola. Acostumbrado a escribir en la clandestinidad, en condiciones difíciles, a sentirse “desgarrado” cuando se le planteaba una contradicción entre una posición política y una posición ideológica expresada en literatura; con los conceptos claros en cuanto a la complejidad del “enemigo”, de su capacidad científico técnica, a la que se le debe oponer audacia, llevando el pensamiento a una acción revolucionaria concreta.

También el amor por su país, la búsqueda del testimonio que la historia oficial escamotea, está presente (tal vez la muestra más acabada de ello sea Las historias prohibidas del Pulgarcito) En fin, el amor es otra clave, sea del tipo que sea. Pero a la que me voy a referir en estas líneas es aquella que sirve para unir todas las otras: el humor.

“Roque Dalton hacía reír a las piedras”, dice Eduardo Galeano, en un homenaje que se le hace en La Habana tras conocerse la noticia de su asesinato. “Lo recuerdo alegre, expansivo, cordial, decidido y valiente. No solamente estaba contra la retórica en el verso, él estaba contra la retórica en la vida”, afirma Gelman en la misma presentación.

Si hasta los hechos que se presentan como mojones en la transformación conceptual del poeta salvadoreño parecen estar teñidos de ese hilo de mordacidad. Alguna vez contó que cuando vivió en Chile siendo muy joven, le comisionaron entrevistar a Diego Rivera para una revista en la que trabajaba: “Empezó a responder cortésmente las preguntas hasta que no sé por qué se le ocurrió preguntarme mi filiación política. Social cristiano, le dije. Entonces el me preguntó que cuántos años tenía. Le dije que 18 años, entonces me preguntó si había leído marxismo. Entonces yo le dije que no, entonces me dijo que yo tenía 18 años de ser un imbécil y me echó. Quedé horrorizado, por supuesto. Pero después de salir y conocer lo que era Diego Rivera, empecé a investigar, y a estudiar marxismo. Por primera vez en la vida alguien me había dicho que era un imbécil. Regresé a El Salvador con algunas lecturas marxistas, rudimentarias, logradas de una transformación que podríamos llamar poco seria, porque a nadie se le ocurre que haya una transformación seria de una ideología por un incidente personal con una persona famosa, pero lo cierto es que pude descubrir mi país, un país desconocido, pude descubrí las contradicciones de clase, la miseria terrible, sus orígenes, etc. Me sentí tan aterrado y responsable de muchas cosas, me sentí tan estafado por lo que me habían dicho antes, que simultanea y vertiginosamente empecé a derivar hacia la poesía y una posición marxista militante.”

Otra situación a la que podríamos referirnos como irónica es la capacidad o fortuna de Roque para escapar no una sino dos veces de su sentencia a muerte. “Iban a fusilarlo y cuatro días antes de la ejecución cayó el gobierno. Otra vez iban a fusilarlo y un terremoto ra­jó las paredes de la cárcel y se escapó. Las dictaduras de El Salvador, el país chiquito que era su país y que él llevaba tatuado en todo el cuerpo, nunca pudieron con él”, recuerda Galeano en Días y noches de amor y de guerra. Pero busquemos esta “clave” directamente en su poesía.

Ya en sus primeros libros tenemos algunas dosis de muestra. En El turno del ofendido, en un poema que se titula “Derechos humanos” escribe:

-¿Hay negros en este cementerio?

-Enterrados no. Pero si hay negros.

Los dos sepultureros son negros.

En 1932, el gobierno del General Martínez comete un verdadero genocidio al matar a 30.000 obreros y campesinos por cuestiones ideológicas, ante un levantamiento (esa historia está testimoniada por Dalton en su libro Miguel Mármol). Si ese número, tan caro para nuestra memoria, nos parece terrible, imagínense en un país pequeño como El Salvador. El poeta lo resume con un sarcasmo que sólo necesita tres líneas para que todos entendamos:

Dicen que fue un buen presidente

porque repartió casas

a los salvadoreños que quedaron… 

Ya en Taberna y otros lugares, un libro bisagra dentro de su obra, el uso de este humor va de la mano de lo que Roque supo llamar “montaje de la poesía”, podríamos decir que una puesta cinematográfica de los versos, donde lo narrativo y lo poético tienden a difuminar fronteras. A este libro pertenece la sección “Escrito en Praga”, que recopila su experiencia en la Checoslovaquia soviética. Allí, “Historia de un amor (Documentos)”, junto al largo poema “Taberna”, son una muestra ineludible para comprender ese concepto, unido al humor. Una pastilla es el poema “Revisionismo”:

No siempre.

Porque, por ejemplo,

en Macao,

el opio

es el opio del pueblo.

Otro ejemplo donde política, historia, humor y “montaje” se juntan en un poema es en “OEA”:

El Presidente de mi país
se llama hoy por hoy Coronel Fidel Sánchez Hernández.
Pero el General Somoza, Presidente de Nicaragua,
también es Presidente de mi país.
Y el General Stroessner, Presidente del Paraguay,
es también un poquito Presidente de mi país,

aunque menos
que el Presidente de Honduras o sea
el General López Arellano, y más que el Presidente de Haití,
Monsieur Duvalier.
Y el Presidente de los Estados Unidos es más

Presidente de mi país,
que el Presidente de mi país,
ese que, como dije, hoy por hoy,
se llama Coronel Fidel Sánchez Hernández.

Pero mi poema favorito, en el que se ríe de todo, de si mismo, de las consecuencias de su vida, en el que logra resumir su vida valiente, andariega y clandestina, al mismo tiempo, está en Un libro levemente odioso (como ven, los títulos también tienen esa carga mordaz). Se llama “No, no siempre fui tan feo”:

Lo que pasa es que tengo una fractura en la nariz
que me causó el tico Lizano con un ladrillo
porque yo decía que evidentemente era penalty
y él que no y que no y que no
nunca en mi vida le volveré a dar la espalda a un futbolista tico
el padre Achaerandio por poco se muere del susto
ya que al final había más sangre que en un altar azteca
y luego fue Quique Soler que me dio en el ojo derecho
la pedrada más exacta que cabe imaginarse
claro que se trataba de reproducir la toma de Okinawa
pero a mí me tocó ruptura de la retina
un mes de inmovilización absoluta (¡a los once años!)
visita al doctor Quevedo en Guatemala y al doctor
Bidford que usaba una peluca colorada
por eso es que en ocasiones bizqueo
y que al salir del cine parezco un drogadicto desvelado
la otra razón fue un botellazo de ron
que me lanzó el marido de María Elena
en realidad yo no tenía ninguna mala intención
pero cada marido es un mundo
y si pensamos que él creía que yo era un diplomático argentino
hay que dar gracias a Dios
la otra vez fue en Praga nunca se supo
me patearon cuatro delincuentes en un callejón oscuro
a dos cuadras del Ministerio de Defensa
a cuatro cuadras de las oficinas de la Seguridad
era víspera de la apertura del Congreso del Partido
por lo que alguien dijo que era una demostración contra el Congreso
(en el Hospital me encontré con otros dos delegados
que habían salido de sus respectivos asaltos
con más huesos rotos que nunca)
otro opinó que fue un asunto de la CIA para cobrarse

/mi escapatoria de la cárcel

otros más que una muestra de racismo antilatinoamericano
y algunos que simplemente las universales ganas de robar
el camarada Sóbolev vino a preguntarme
si no era que yo le había tocado el culo a alguna señora acompañada
antes de protestar en el Ministerio del Interior
en nombre del Partido Soviético
finalmente no apareció ninguna pista
y hay que dar gracias a Dios nuevamente
por haber continuado como ofendido hasta el final
en una investigación en la tierra de Kafka
en todo caso (y para lo que me interesa sustentar aquí)
los resultados fueron
doble fractura del maxilar inferior
conmoción cerebral grave
un mes y medio de hospital y
dos meses más engullendo licuado hasta los bistecs
y la última vez fue en Cuba
fue cuando bajaba una ladera bajo la lluvia
con un hierro M-52 entre manos
en una de esas salió de no sé donde un toro
yo me enredé las canillas en la maleza y comencé a caer
el toro pasó de largo pero como era un gran huevón
no quiso volver para ensartarme
pero de todos modos no fue necesario porque
como les iba contando yo caí encima del hierro
que no supo hacer otra cosa que rebotar como una revolución en África
y me partió en tres pedazos el arco cigomático
(muy importante para la resolución estética de los pómulos)
Eso explica por lo menos en parte mi problema

La reivindicación de la fealdad es su hermosura. “Que se mueran todos los feos y me dejen a mí, de muestra”, solían cantar los Mojinos Escozios. Y este poeta que se rió de sí mismo, que se burló de la muerte que le deseaban sus enemigos, padeció el sarcasmo de encontrarla en manos de los suyos. Porque, como dice Eduardo Galeano en Los hijos de los días: “El poeta Roque Dalton era jodón y respondón. Nunca aprendió a callar ni a obedecer, y ejercía un desafiante sentido del humor y del amor. En la noche de hoy (10 de mayo) del año 1975, sus compañeros de la guerrilla de El Salvador lo mataron de un balazo mientras dormía. Criminales: los militantes que matan para castigar la discrepancia, son tan criminales como los militares que matan para perpetuar la injusticia.

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